
Bueno pues… por cierto, que me han contado que el coche del Pedro se ha
quedado hecho un asco… que con el tormentón de ayer, que él vive en el pueblo
este perdido de la mano de dios, cómo se llama… bueno da igual, pues que se le
cayó un árbol al Seat este que tiene, que lo chafó enterito, qué mala suerte,
con el cariño que le tenía, quien iba a
imaginar una cosa así… en fin… que loco está el tiempo, loco está el tiempo…
Así que Adela salió ese día sin paraguas de casa y decidió finalmente, y
para ahorrarse más embrollos, comprarse un paraguas de un euro en un bazar. Ya
tenía uno en casa, y dadas las circunstancias no podía permitirse gastarse,
pongamos quince euros, en un paraguas decente. Lo que sucedió a continuación
fue desastroso. Cuando llevaba unos quince minutos caminando bajo la intensa
lluvia otoñal, un grito afilado calló durante un instante el bullicio de una de las
calles más transitadas de la
ciudad. Se giró y contempló una señora de mediana edad
aullando de dolor, con la mano ensangrentada tratando de tapar su ojo derecho.
La varilla del paraguas. El paraguas de mierda. La lluvia constante. El ojo
hecho un desastre. La
ambulancia. El hospital. La espera
La familia llegando. Adela llorando, desesperada,
intentando explicar lo inexplicable. La mirada del marido de Elena, la mujer
accidentada. Los días pasando. Elena en observación. La noticia del doctor. La
salvación del ojo de Elena. El hijo de Elena sacando una botella de cava en
medio de la sala de espera. Las miradas cruzadas entre Adela y el hijo de
Elena. Los días, las estaciones, y las temperaturas cambiando. Una tarde de
cine. Unas cervezas. Unas caricias. La muerte del padre de Adela. El
desconsuelo, el frío, el invierno. Los besos de Carlos, el hijo de Elena, el
marido de Adela. Los meses pasando. El verano. Adela preciosa, en la playa,
embarazada. La crisis.
Carlos perdiendo su empleo. Broncas. No hay dinero. La
respiración del pequeño Álex, el hijo de Adela y Carlos, acompasada y ajena a
todo. El estruendo de un trueno. Álex despertándose y Adela acurrucándolo entre
sus brazos, mientras Carlos los contempla, feliz. Más problemas. El divorcio.
Llueve de nuevo. Carlos caminando sin paraguas por una calle solitaria y mal
iluminada. Triste pero aliviado. Respira hondo, pero no ve venir un coche a
gran velocidad. Un coche que no ve nada.
Llueve, como ha llovido tantas veces, y volverá a hacerlo otras tantas
más. En algún momento ya saldrá el sol y lo secará todo, y en otro, vendrá el
viento frío, y las brumas invernales y nos sacarán de la ensoñación del verano
eterno para hacernos ver la realidad.
El hombre del tiempo, el calvo graciosillo, vuelve a irrumpir en el
televisor. Y volverán a haber inclemencias meteorológicas, ha comentado.